Quizás deberíamos preguntarnos lo mismo que Roque Dalton, eso de "¿Para qué debe servir la poesía revolucionaria? ¿Para hacer poetas o para hacer revolución?" o quizás sea mejor escuchar a Ibañez cantando a Celaya. Lo que es seguro es que debemos cambiar las cosas porque estamos tocando el fondo. Y en el fondo no se vive.
"Dicen que la historia se repite, lo cierto es que sus lecciones no se aprovechan" - Camille Sée
dimecres, 29 de febrer del 2012
Los años de después.
W. Churchill afirmó que la guerra es una
invención de la mente humana y que ésta, también puede inventar la paz. Sin
embargo, las guerras escriben historia. Un caso realmente significativo fue la
Segunda Guerra Mundial, ya que además de suponer un antes y un después para la
humanidad, también lo supuso para la historia económica. El nuevo orden
comercial liberal, tal y como es definido por Foreman-Peck en 1995, permitió
que la economía mundial gozará de un auge enorme en el período que va desde el
fin de la guerra de Corea hasta la crisis del petróleo de 1973, lo que algunos
postularan como la época dorada del capitalismo. Mecanismos como el Acuerdo
General de Aranceles y Comercio (GATT) o el Plan Marshall son útiles para
explicar éste nuevo orden, así como la recuperación de las economías en un
mundo dividido en dos. Ambas herramientas esconden una intencionalidad política
y económica: dinamizar la economía de EUA, país que se habrá consolidado como
potencia hegemónica mundial, y evitar el avance del comunismo a toda costa. La
competencia política por la guerra fría será una realidad en los años
posteriores a la II Guerra Mundial que permitirá que las barreras existentes en
los países industrializados se reduzcan. Cómo apuntan Kenwood y Lougheed, la
bonanza económica y el crecimiento elevado de ese periodo, no se produce de
igual manera en las diferentes zonas del mundo y existen unos factores
determinantes que permiten la posibilidad de las elevadas tasas de crecimiento,
tales como el aumento del comercio exterior, de la demanda de exportaciones, de
la inversión, de la confianza o como la disminución de barreras comerciales y/o
aranceles.
A fin de entender y visualizar la
evolución de la época dorada del capitalismo, así como su posterior crisis
hasta llegar a nuestros días, hemos escogido dos países que nos permiten
comprender con nitidez como el nuevo orden comercial liberal que hermanaba a
países dentro del bloque occidental afectó y sigue afectando de distinto modo
según cuál sea el país y dónde éste se encuentre. Los 180 quilómetros que
separan Estados Unidos de América (EUA), el cual creció de forma exponencial y
en mayor medida que el resto del mundo durante el período ulterior al conflicto
bélico, y el archipiélago de Cuba nos han parecido un ejemplo interesante para
realizar dicha comparación. Ambos países fueron firmantes del Tratado del GATT,
el precedente del actual OMC, dos años después de la II GM. Sin embargo, Cuba
cambió de bloque, políticamente hablando en 1959, saliendo de éste nuevo orden
e integrándose a las entrañas del socialismo y su consecuente, planificación
central. No obstante, a éstos dos países que nos servirán como referencia le
hemos añadido un tercero, Brasil, también firmante inicial en el GATT, para
evitar caer en tentaciones de críticas o comparaciones políticas, más allá de
la economía.
Señalar en primer lugar, que EUA es el
gran cambio en el antes y después de la Guerra dado que éste aumenta de forma
notable su cuota de mercado respecto al comercio total, convirtiéndose en el
comerciante principal. Eso sí, el grueso de su comercio se daba con otros
países altamente industrializados. Se tratará entonces, de una potencia
consolidada que aprovechará el conflicto al igual que un proyectil. Por otro
lado, Cuba, se convertirá en un país de planificación central, el cual
realizará intercambios comerciales con otros países de igual planificación, es
decir, de algún modo, con el resto de bloque oriental o socialista. n"﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽ia tos a de la cual sy un 15
por ciento del PIB, tanto las importaciones como las exportaciones. ciones,
deos factores
A continuación, presentamos dos gráficos
de realización propia, que muestran el porcentaje de las importaciones y
exportaciones sobre el PIB de los países escogidos como ejemplo, así como de
Brasil, para comprobar que suponía el comercio para todos ellos y sobretodo,
para resaltar qué supone en la actualidad. Como puede verse, tanto Brasil como en EUA han ido aumentando de forma progresiva los porcentajes referentes al comercio, oscilando siempre entre un 5 y un 15 por ciento del PIB, tanto las importaciones como las
exportaciones. Sin embargo, Cuba, de la cual sólo existen datos a partir de “la
Revolución” vemos como su nivel de importaciones y exportaciones supone grados
mucho más altos, especialmente por lo que se refiere a las importaciones, las
cuales llegan a ser un 44% del PIB del país. En los gráficos se observa una
caída dramática de dichos datos entre 1990-1991, y esto es debido a lo que en
Cuba se denomina: el período especial. La caída de a URSS y por consiguiente,
del bloque soviético, supuso para Cuba un estragón brutal del cuál aún hoy día
intenta reponerse. Como hemos citado con anterioridad, el comercio principal de
dicha isla se daba dentro del bloque, era comercio interno.
Creemos que hay gráficos que no resulta
preciso explicar, dado que hablan por sí solos, los arriba presentados pueden
ser un ejemplo. Sin embargo, y finalmente, si debemos concluir o subrayar la
distinta incidencia que tiene la economía y el nuevo orden creado después de la
II Guerra Mundial en cada país. Para ello, presentamos el gráfico del PIB per
cápita del periodo que va desde 1960 hasta 2010. En él, podemos comprobar como
la falacia que se afirmó después de la II Guerra Mundial del “todo vamos a una”
o esto supone una mejoría para todos no se cumplió y sigue sin cumplirse. No
podemos obviarlo: hay ganadores y perdedores en cualquier conflicto, por ello,
siguen existiendo. Quizás cuando vivamos en el mundo al revés diseñado por
Galeano, dejaremos de encontrarnos en que la publicidad mande consumir y la
economía lo prohíba. Sin duda: no hay protesta más violenta que la desigualdad
social.
Quizás el futuro de este blog sea buscar
las soluciones (y de paso, encontrar algunas), así que permanecerá abierto para
que recordemos aquello que la historia de la economía ya nos ha dicho, no sea
que algún día lleguemos a ser lo que soñamos, y como todos, lo olvidemos. Aquí
estará éste lazo cibernético, para recordárnoslo. Gracias Walras por formar
parte de una alternativa.
dimarts, 21 de febrer del 2012
El Partido Laborista, su origen y evolución
No puede entenderse el origen y la evolución del partido laborista sin echarle un ojo a la evolución del movimiento obrero, ya que ambos van de la mano y el primero nace para luchar por el bien del segundo. De la misma forma que no podemos entender las peculiaridades que caracterizan a este partido, que lo hacen algo diferente a todos los demás partidos socialistas, sin centrarnos antes en la evolución del movimiento obrero y en la respuesta institucional a éste.
Ya desde la primera mitad del siglo XVII, concretamente en 1833, la clase obrera inglesa intenta la creación de un partido que defienda sus intereses. Fracasa. Además, después del fracaso del cartismo y el ludismo, así como el desapercibido socialismo utópico, y los intentos fallidos en la creación de otros partidos que defiendan sus intereses, los trabajadores empiezan a usar la dialéctica para llegar a acuerdos con los propietarios. Ello es posible debido a que la clase obrera se alía con la pequeña burguesía que se encuentra en conflicto con la alta burguesía. Los conservadores se ven obligados a ceder ante las presiones y acaban por aceptar ciertas demandas, como la Reforma de 1867, que amplia los derechos de los trabajadores (a modo de ejemplo, derecho al voto para los obreros que viven en las ciudades). No hace falta decir que dicha reforma marca un antes y un después para el movimiento obrero y es aquí cuando éste empieza a fortalecerse, siendo necesaria ya la creación de partidos políticos extraparlamentarios y haciendo que el poder del Parlamento vaya disminuyendo en favor del Ejecutivo a un ritmo paulatino. Pero entonces, en 1871 se legalizan las sociedades obreras y ello abre las puertas a las Trade Union. El número de afiliados es tal que se vuelve necesaria la creación de la organización National Reform League con el fin de luchar por una legislación obrera digna, que más adelante llevará el nombre de Labour Representation League que se encargará de llevar representación obrera al Parlamento. En las elecciones de 1875 salen elegidos dos candidatos obreros de los 14 que se presentan, y aunque en los 80' esta politización obrera vuelve a su letargo suceden dos acontecimientos importantes para el origen del Partido Laborista. Uno, la fundación de la Federación Social Democrática (FSD) de ideales marxistas y con la pretensión de revivir el Movimiento Cartista con su correspondiente órgano de prensa, el periódico Justice, el primer periódico socialista de Gran Bretaña. El otro, la creación de la Sociedad Fabiana, que pretendía hacer llegar a los medios y a la burguesía el ideario socialista.
En la década de los 90' el movimiento obrero ya coge un nuevo impulso y los esfuerzos de éste se centran en crear un entorno electoral obrero más sólido y con mayores oportunidades. Con este objetivo, surge en 1890 la Labour Electoral Association. A partir de aquí, se pasa al campo de la política activa con la propuesta de Keir Hardie, fundador del Scottish Labour Party, de crear un partido de representación obrera con cara y ojos para Inglaterra, todo ello con la ayuda de su mano derecha J. Ramsay Mac Donald. Así, nace en 1893 el Partido Laborista Independiente, que en las elecciones siguientes recibe un importante apoyo pese a no salir elegido ningún candidato. Más adelante, éste se unirá con las Trade Unions y en 1901 se constituirá el Labour Representation Comitte para unir a todas las organizaciones obreras y sociedades socialistas bajo una misma dirección. A pesar de los esfuerzos, esta unión fracasa con la escisión de la Federación Social Democrática del Comité y, a partir de ahí, el LRC decide remarcar su independencia de los demás partidos y evolucionar hasta su formación como Partido Laborista.
Son diversas las razones que hacen que el Partido Laborista nazca y siga su curso sin demasiados contratiempos. La principal, nace sin represión por parte del Estado, hecho que lo vuelve un partido con posibilidades reales. Además, la idea del propio partido es la de aceptar las reglas del juego y jugar sus cartas a través del consenso (debido al rol que coge a raíz de la necesidad de un consenso interno previo). Aún así, hay varias opiniones sobre qué fue aquello que ayudó definitivamente al nacimiento del partido. Autores como el laborista Attle nos dice que es gracias a la actividad sindical, A. Birnie, en cambio, se decanta más por lo que él llama la revolución silenciosa que la clase obrera lleva a cabo en detrimento de la clase media, y Hening y Pinder resaltan la importancia de la unión entre la clase obrera y los intelectuales del momento. Sea una causa u otra la cuestión de su origen, el hecho que sí que no admite discusión es la difícil trayectoria por la que pasa el partido en sus inicios, aun con su gran crecimiento en el número de afiliados en este mismo tiempo. Ello se debe a que el partido nace a raíz de la unión de varias organizaciones, y esto conlleva una amplia variedad de opiniones, y a un partido poco fuerte y poco unido. Esto será así hasta que en 1918 acoja, por fin, un programa político bien definido.
Ya con una base bien consolidada llaga el primer gobierno laborista al poder. Lo forma McDonald en el año 1924 durante unos meses debido a la caída de 90 escaños de los conservadores que no quieren formar gobierno en tales condiciones. Aun siendo minoría, los laboristas consiguen aprobar legislación sobre temas de educación, vivienda, desempleo y seguridad social, pero estos necesitan del apoyo de los liberales y pierden el poder por una disputa con los mismos. En las siguientes elecciones los laboristas pierden 40 escaños al verse vinculados falsamente a los comunistas rusos en la famosa carta de Zinoviev, en plena época anticomunista, y los conservadores vuelven al poder. El segundo gobierno lo forman en plena crisis de 1929 y es entonces cuando se produce una crisis dentro del gabinete, pero MacDonald no dimite sino que forma gobierno con los liberales y los conservadores (más a delante será expulsado del partido por traidor) y por ello termina bajando a 52 escaños. Desde entonces, les costó casi una década recuperar el terreno perdido y no es hasta 1945 que los laboristas ganan con mayoría y, además, de manera aplastante, con 393 escaños. Se mantienen en el poder hasta 1970 cuando pierden contra todo pronóstico bajo la promesa de los conservadores de "reducir los precios de un solo golpe". Los laboristas ganan de nuevo en 1974 y llegan los momentos más duros en la historia del partido con la inflación y la paralización del sector industrial por parte de los sindicatos, en lo que se conoce como “invierno del descontento” 1978-79. Como consecuencia, sube al poder la conservadora Margareth Tacher. A partir de ahí, el partido laborista empieza un periodo de introspección, protagoniza un giro a la izquierda y el hecho desemboca en una derrota aplastante en las elecciones de 1983 y en las de 1987. Se lleva a cabo un cambio de imagen del partido, pero se muestra evidente que el partido necesita una revisión en su política y realizar cambios importantes, como la eliminación de la representación sindical directa en las elecciones parlamentarias. A partir de ahí, comienza el nuevo laborismo con Tony Blair al mando, el líder más joven de la historia del partido, y su política de la tercera vía. Gana las elecciones en el 2001 y en el 2005 vuelve a ganarlas. Después le sigue Gordon Brown quien renuncia a su puesto en el 2010 y es relegado por el conservador David Cameron. Actualmente, las esperanzas del laborismo están puestas en el candidato De Miliband para las próximas elecciones bajo el lema “la voz de la gente trabajadora“y con la promesa de premiar los duros esfuerzos de la clase trabajadora de Gran Bretaña.
Para más información: http://www.labour.org.uk/
Gisela Ciuraneta Catalan
dissabte, 18 de febrer del 2012
divendres, 17 de febrer del 2012
Emigrar o no emigrar, ésa es la cuestión.
Es un hecho recurrente atribuir los problemas económicos y laborales
de nuestra sociedad actual a la cantidad de inmigrantes que acuden a nuestros
países con la voluntad de prosperar y encontrar nuevas oportunidades que en sus
países de origen nunca tuvieron. El tema de las migraciones se trata por lo
tanto como algo novedoso, propio del siglo
XXI y sin ningún precedente. Pero, ¿es realmente así?
Si nos adentramos en la historia, nos damos cuenta de que las
migraciones tienen su punto de partida muchos años atrás, siendo especialmente
relevantes a partir de 1840, cuando empezaron las llamadas “migraciones en masa”. Antes de la fecha,
el coste de la movilidad de un país a otro era excesivo para aquellos que se
planteaban emigrar; solo lo hacían aquellos que estaban bajo condiciones de
esclavitud o servidumbre, es decir, los que se veían obligados. Bien entrado el
siglo XIX, y con el abaratamiento del coste de los transportes y el desarrollo
de las comunicaciones, las emigraciones
fueron una opción más segura para conseguir una vida digna. El precio que
pagaban por moverse de un país a otro era menor que el que suponía quedarse.
Dentro de estas migraciones masivas, las producidas a principios del
siglo XIX, Reino Unido y Alemania son los países protagonistas. Más tarde, y
siguiendo los esquemas británicos y alemanes, emigrantes escandinavos
protagonizaron las oleadas de mitad de siglo. No fue hasta la década de 1880,
cuando finalmente los llamados “países
latinos” (España, Italia y Portugal) iniciaron la última oleada que
arrastró también a austrohúngaros, rusos y polacos, en 1890.
El destino principal de todos ellos era el Nuevo Mundo: la tierra
prometida con abundantes recursos naturales y escasa mano de obra. Estados
Unidos, por lo tanto, recibió 3/5 partes de la migración total que se produjo
en aquella época; aunque se registraron algunos desplazamientos significativos
hacia América del sur y Canadá. Las migraciones internas dentro de Europa
también fueron significativas, aunque más protagonismo tuvieron los movimientos
entre Canadá y el Nuevo Mundo: “hasta
1900, la emigración canadiense hacia EE.UU compensó exactamente la inmigración
canadiense que venía de Europa.” (McInnis, 1994).
Nos encontramos entonces ante un emigrante en busca de oportunidades,
aunque sustancialmente distinto en el tiempo: el emigrante de 1800 se
caracterizaba por ser granjero y artesano rural, que viajaban en familia con el
fin de adquirir tierras en el Nuevo Mundo (o en sus fronteras) para
establecerse y trabajarlas de por vida; mientras que en 1900, apareció el
emigrante con raíces rurales pero proveniente de las áreas urbanas y no
relacionadas con la agricultura. Pero,
¿cuáles eran los motivos que propiciaban éstos flujos migratorios?
Como apuntan algunos académicos, el principal motivo de las
migraciones masivas en ésta época se debe a la huída de la gran hambruna que se
dio lugar en la década de 1840 en Europa. Ésta, junto con la Revolución
Industrial, permitió activar el primer gran flujo de migraciones masivas; que
se vio incrementado conforme la situación económica empeoraba y el entorno
político se preparaba para la inminente Primera Guerra Mundial. Por lo tanto,
es lógico deducir que las condiciones del mercado de trabajo interior y
exterior fueron determinantes en la decisión de emigrar o no.
También es importante destacar la emigración latina (España, Italia,
Portugal), que aunque tardía, tuvo una gran importancia en los flujos
migratorios. Es bien sabido que el coste de volver hacia atrás una vez se había
emigrado era demasiado elevado, y era simplemente por eso que nadie volvía a su
país de origen. Esto pero, no se puede aplicar a los países latinos: los
italianos, a modo de ejemplo, protagonizaron la llamada “migración temporal”, la cual implicaba el retorno de los
emigrantes a su tierra natal según la estación del año en la que se encontraban,
gracias al abaratamiento de los costes del transporte. De aquí que se les
denomine “pájaros de travesías”.
Finalmente, a causa de la ralentización de la industrialización en los
países europeos y la estabilización de los emigrantes en el extranjero, los
salarios reales entre los mercados de trabajo internos y externos se fueron
equilibrando, provocando así una caída en las tasas de emigración.
Entonces, en una situación de crisis como la actual… ¿Es emigrar la
solución? ¿Hacia dónde?
O’ROURKE, K.H. Y
WILLIAMSON, J.C. Globalización e
Historia: La evolución de la economía atlántica en el siglo XIX. Prensas
Universtárias de Zaragoza. Traducción de Montse Ponz
Irina Barnés Garzón
La gran convergencia, de Xavier Sala i Martí.
Desde los indignados hasta profesores de economía, pasando por políticos, periodistas y tertulianos de todo tipo, cada vez son más los que se quejan de que la globalización y la economía de libre mercado hacen que los ricos sean cada vez más ricos y los pobres, más pobres. Ante esta situación, piden un nuevo sistema económico con más intervención pública, menos libertad económica y más impuestos para los ricos.
Un aspecto curioso de estas quejas es que normalmente provienen de Europa o Estados Unidos. El problema es que nuestro egocentrismo occidental nos hace perder la perspectiva porque, si miramos el mundo en su conjunto, la pobreza y las desigualdades de renta no son cada día mayores sino ¡más bien al contrario!
Desde que el hombre inventó la agricultura, ahora hace 10.000 años hasta al principio de la revolución industrial en 1760, el 99,9% de la población de todos los países del mundo vivía en el umbral de la subsistencia. ¡Sí! Había reyes, césares, conquistadores o burócratas chinos inmensamente ricos, pero el 99,9% de los ciudadanos eran agricultores que trabajaban de sol a sol y que a duras penas podían comer, vestirse y tener una casa donde dormir. Fíjense si vivían cerca de la subsistencia que, cuando había una mala cosecha, la mitad de la población moría de hambre. Por lo tanto, durante miles de años no sólo la mayoría de la población era pobre sino que las desigualdades en el mundo eran pequeñas y constantes: todo el mundo era igual y pobre. Igual de pobre.
La cosa cambió radicalmente cuando, hacia 1760, llegaron la revolución industrial y el capitalismo. Primero en Inglaterra y Holanda. Después en los Estados Unidos y el norte de Europa. Después en Japón y en el sur de Europa. Las familias trabajadoras de lo que hoy conocemos como países ricos de la OCDE aumentaron el nivel de vida hasta el punto de tener cosas que los reyes más ricos de épocas anteriores no podían ni soñar: desde agua corriente en casa hasta electricidad, pasando por pasta de dientes, teléfonos, anticonceptivos, ipods, viajes baratos en avión, automóviles o cenas en restaurantes chinos, japoneses o italianos. La economía de mercado representó un milagro sin precedentes para la mayoría de los 1.000 millones de ciudadanos que hoy vive en estos países.
El resto del mundo, sin embargo, quedaba atrás y las desigualdades entre los 1.000 millones de personas cada vez más ricas y los 6.000 millones que permanecían igual de pobres, aumentaban sin parar. Pero entre 1950 y 1960 se despertó Asia. Primero fueron los pequeños dragones exportadores de Hong Kong, Singapur, Taiwán y Corea del Sur. Siguieron los tigres de Malasia, Tailandia o Indonesia. Finalmente, en 1976 muere el dictador Mao Zedong y China (1.300 millones de ciudadanos en población actual) abandona el marxismo maoísta e, introduciendo el capitalismo, pasa a abanderar la globalización a base de exportar e invertir por todo el mundo. Poco después, India (1.200 millones) abandona el socialismo de planificación y también introduce los mercados.
A partir de 1995, la África subsahariana, con 700 millones de habitantes, también ha empezado a desarrollarse ininterrumpidamente y, ya en la última década, América Latina ha retornado al camino del crecimiento que abandonó durante la crisis de la deuda de los ochenta.
Este masivo proceso de crecimiento, que está afectando a los países donde viven los 6.000 millones de ciudadanos más pobres del mundo, ha tenido dos consecuencias importantes. Primera, la pobreza en el mundo ha caído como nunca. Segunda, las diferencias entre ricos y pobres han disminuido de manera significativa.
¿Por qué dicen, pues, los indignados y los intelectuales que los apoyan que las desigualdades son cada vez mayores? La explicación es, una vez más, el egocentrismo que los lleva a fijarse sólo en las desigualdades dentro de sus propios países. Y es cierto que dentro de los Estados Unidos la distancia entre los ricos y los pobres ha aumentado. También lo han hecho las distancias entre los españoles ricos y pobres y entre los chinos ricos y pobres.
Pero cuando uno calcula las desigualdades en el mundo global, no basta con mirar la distancia entre americanos ricos y americanos pobres o entre chinos ricos y chinos pobres. Hay que mirar también la distancia entre chinos y americanos. Utilizando jerga económica, no sólo hay que mirar las desigualdades “dentro de los países” sino también las desigualdades “entre países”. Y el espectacular crecimiento de los enormes países emergentes ha hecho que la desigualdad “entre países” haya bajado tanto que ha acabado por empequeñecer las crecientes diferencias “dentro de los países”. La suma de las dos, lo que denominamos “desigualdad global”, ha bajado por primera vez en la historia.
Nuestra preocupación por la crisis que nos afecta tan duramente es una preocupación legítima y natural. Pero no nos tiene que hacer perder ni la perspectiva de la historia ni la enormidad del planeta donde vivimos. Y en este sentido, el fenómeno económico más importante de los últimos 30 años ha sido la exposición de los 6.000 millones de ciudadanos más pobres del mundo a las fuerzas del mercado. No es ninguna sorpresa ver que la consecuencia ha sido la reducción sin precedentes de la pobreza y una igualación de los niveles de vida entre los habitantes de nuestro mundo. El capitalismo y los mercados están generando un tsunami de prosperidad global que, estoy seguro, la historia acabará bautizando como el de la gran convergencia.
dimecres, 15 de febrer del 2012
dimarts, 14 de febrer del 2012
Replanteando la globalización.
El debate en torno a la
globalización ha estado protagonizado por tres posturas que parecen
incuestionables. Sin embargo, replantearlas es preciso e incluso hasta
necesario. Hoy, y tomándolas como guía, buscaremos una nueva postura que se
enmarque en esta nueva realidad, o realidad transformada, a la que estamos
asistiendo.
La tendencia hiperglobalista, la
cual es una de las perspectivas del debate,
postula que la globalización es un hecho sin precedentes y de carácter
eminentemente económico, donde los pueblos restan sujetos al mercado. La nueva
era constituida ha desencadenado la difusión de la autoridad y la
artificialidad de las naciones, las cuales han quedado supeditadas a un mercado
global único. En el seno de dicha tendencia, hay caminos discrepantes. Por un
lado, encontramos los neoliberales, quienes sostienen que dicho fenómeno es
positivo dado que permite más autonomía individual, así como que el mercado
pese más que el Estado, desde siempre prioridades neoliberales. Y por el otro,
encontramos los radicales o neo marxistas, que observan la globalización como
algo negativo ya que representa el triunfo del capitalismo opresor, como dijo
Lenin en su día. Sin embargo, ambas posturas coinciden en que se ha construido
un nuevo patrón de ganadores y perdedores, que pese a diferir entre ellos sobre
las implicaciones del nuevo patrón, se puede afirmar que la división norte-sur
ya no resulta tan relevante, sino que se ha diseñado una arquitectura mucho más
compleja. Asimismo, comparten la idea de que la nueva era es una antesala de la
desaparición de los Estados Nación, porque las economías se han
desnacionalizado a favor de una gobernanza global. El papel del Estado deberá
limitarse a gestionar las consecuencias que se deriven de todo este proceso,
con el fin de evitar la desaparición del Estado del Bienestar. Pese a sostener
que existe un clima favorable para la cooperación transnacional y poner sobre
la mesa la emergencia de una sociedad civil global, la práctica cotidiana
demuestra que todo ello queda sobre libros. ¿Caminamos hacia una civilización
global? Los hiperglobalistas responderían afirmativamente a dicha cuestión,
afirmando que se han desplazado las culturas tradicionales y los estilos de
vida, produciéndose una homogenización.
En segundo lugar, tenemos la teoría
de los escépticos, quienes argumentan que la globalización sí tiene precedente,
y que más bien, se trata de un mito. La citada tendencia se basa en una visión
economicista para analizar el proceso de globalización. Partiendo de esa
visión, entiende que el mercado está perfectamente integrado, pero que
actualmente lo está en menor medida que en la época del patrón oro. En esta
misma línea, los gobiernos nacionales siguen disponiendo del mismo poder y
siguen siendo los actores centrales en un mundo en proceso de regionalización
(y no de internacionalización). Asimismo, los escépticos descartan un cambio
del orden mundial, y con ello, descartan también la posibilidad del fin de los
Estados. No obstante, los escépticos reconocen que los patrones de jerarquía y
desigualdad están transformándose, la cual cosa, contribuye a una fragmentación
étnica y cultural. Dentro de un mundo cada vez más universalizado, se
desarrollan nacionalismos agresivos y fundamentalismos que comportan un “choque
de civilizaciones”. En referencia a la desigualdad, matizan que no se ha
erosionado la diferencia entre el norte y el sur, sino que ha crecido
paulatinamente la desigualdad con el tercer mundo, creándose una esfera de
marginados o excluidos. Así, y frente a un poder multinacional, la gobernanza
global no es más que una idea ilusa, de la mano de los mismos de siempre, los
cuales siguen ostentando el poder de decidir.
Finalmente, encontramos la
postura de los transformacionalistas, que defienden la idea de que la
globalización es un proceso histórico plagado de contradicciones, siendo ésta
la fuerza central que existe tras los cambios políticos, sociales y económicos
que están surgiendo. En este mismo
sentido, la nueva situación creada obliga a la no posible delimitación de las distintas
esferas, es decir, se empieza a confundir lo nacional con lo internacional, al
igual que sucede con lo interno y lo externo. Los transformacionalistas no se
atreven a hacer predicciones de futuro, ni pretenden juzgas el presente, sin
embargo, con esta decisión lo están haciendo. La globalización es para ellos un
fenómeno que permite reorganizar el poder, afectando claramente a la
distribución de funciones y autoridades de los gobiernos estatales. ¿Cuál será
su poder? La política se caracterizará primordialmente por unas redes
transnacionales con poder que permitirán y conllevarán la emergencia de nuevas
formas de poder o gobernanza
extraterritoriales (o aterritoriales). Respecto a los patrones de desigualdad,
cabe apuntar, que los transformacionalistas ya no los sitúan en divisiones
geográficas o territoriales, sino que apuestan por una división social en
función del trabajo, ergo protagonizada por la economía. Así, quedan
redefinidos los patrones de inclusión y exclusión. Esta tercera teoría destaca
la importancia de las comunicaciones y los transportes en el proceso que hoy
nos ocupa. Podríamos concluir, que los transformacionalistas apuestan por
entender la globalización cómo “una reingeniería” del poder y de las funciones,
siendo la transformación de la soberanía estatal un punto clave en dicho
proceso.
El británico Francis Bacon
afirmó que: “Quien no quiere pensar es un fanático; quien
no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde.” Osadas nosotras, las musas de
Walras, que nos hemos propuesto rescribir y replantear estas tres posturas,
haciendo un largo viaje hacia la globalización.
La globalización constituye para
nosotras un largo proceso, arralado a la propia historia, que pese a tener
precedentes, su momento actual rompe cualquier posible delimitación. El calibre
de la “nueva” globalización marca la diferencia. Pese a tratarse de un proceso
multidimensional, predomina de forma clara un factor económico, acercándonos a
lo postulado por los hiperglobalistas. El capitalismo global ha marcado su
camino, y éste es el verdadero protagonista de la globalización, aunque sus
consecuencias e impactos en otros niveles resulten mucho más visibles (o
incluso más relevantes a nivel social). El auge de este factor económico crea
en el sí del poder un vacío político por dónde los mercados pueden
escabullirse. El Estado no está cerca de su fin, pero sin duda, éste se está
dibujando de nuevo. Tendrá y ya empieza
a tener un nuevo papel, unas nuevas funciones y sobretodo, está cada vez más
estrechamente vinculado con las empresas privadas. El rediseño de los Estados,
de su soberanía y de sus competencias, permite la emergencia de nuevos actores
con poder. Es probable, que el vínculo entre Estado y economía naciera con la
aparición de éstos, sin embargo, la relevancia de los medios de comunicación de
masas y la libertad de información nos permiten ser mucho más críticos y
disponer de más información para juzgar cada actuación. Ergo, coincidiríamos
con los transformacionalistas cuando apuntan que se está erigiendo un nuevo
orden, una nueva arquitectura.
En relación a los patrones de
estratificación, debemos señalar que no encontramos que sean, los propuestos
por las tres teorías, excluyentes entre sí. La división norte-sur no ha
desaparecido, sino que ahora tenemos nuevas dimensiones de exclusión. Así,
tenemos la división clásica, que se complementa con la división producida por
el beneficio de las élites y con la división social del trabajo. No obstante,
es preciso tener en cuenta, que zonas consideradas sur (o tercer mundo) han
conseguido mediante el proceso de regionalización tomar la fuerza suficiente como
para enfrentarse al “tradicional” primer mundo. A modo de ejemplo, Asia.
Llegados a éste punto,
deberíamos preguntarnos si se trata de una globalización, o bien, de una occidentalización.
En este sentido, nuestra postura se acercaría de nuevo a los hiperglobalistas,
dado que compartimos con éstos la idea de que se ésta formando una civilización
global. Sin embargo, la formación tiene unos dirigentes (el modelo de
Occidente) y una forma clara de imposición. Que algo sea invisible no demuestra
su inexistencia.
Existe debate interno dentro del
grupo, incluso contradicciones, en torno al papel del Estado, defendiendo unos,
el fin de éste y otros, su nuevo papel fundamental. Como diría Buñuel, la ciencia no nos
interesa, pues ignora el sueño, el azar, la risa, el sentimiento y la
contradicción, cosas que nos son preciosas. Sin embargo, todas coincidimos en
la falta de una meta clara del proceso de globalización. Ni meta, ni dirección
única. El complejo proceso de globalización está demostrando día a día que
camina hacia destinos diferentes, generando un impacto no uniforme, así como
unas consecuencias heterogéneas. Pero el
presente ya demuestra hacia dónde vamos, así que pese a la imposibilidad de
predecir de forma clara dónde llegaremos, podemos afirmar dónde estamos y cómo
hemos llegado hasta aquí. Después de replantearnos la globalización, cabría
replantearse la modernidad.
Como punto final, y a grandes
rasgos, hemos concluido que la teoría queda reducida en la práctica, la cual
supera toda expectativa. La globalización no debe analizarse siguiendo
posturas, sino como núcleo y combinación de multitud de factores,
principalmente, el económico, que se impulsan y retroalimentan, creando un
mundo, sino nuevo, transformado y por reconocer. Un proceso largo, con
precedentes más allá de la edad moderna, donde la revolución de comunicación y
transportes sigue aún, hoy día, constituye un factor clave para continuar en el
mismo camino. Quizás deberíamos preguntarnos: ¿Cuál es y cuál ha sido el papel de internet en todo esto?
Siempre quedarán cosas por responder.
dilluns, 13 de febrer del 2012
Indonèsia desplega el seu potencial en les xarxes socials
Quan ens preguntem què és la globalització són moltes les idees que ens venen al cap. Som conscients de la magnitud d’aspectes que podem englobar ( i valga la redundància) dins del tema de la globalització. No ens limitem a considerar la globalització únicament en termes econòmics, sinó que també ho fem a nivell cultural, social, polític, etc. Com ja sabem els avanços tecnològics i les comunicacions són un factor clau a l’hora d’entendre el fenomen de la globalització.
Avui en dia, quan llegim un diari ens informem sobre fets de pràcticament tot el món. La idea de globalització la podem percebre quan a la televisió ens passen pel•lícules americanes, quan a la radio sona música francesa, quan anem a un restaurant japonès, quan viatgem a América Llatina o quan comprem roba feta Taiwan.
Actualment és de gran apogeu el fenomen de les xarxes socials, les quals, tal com ja vam comentar al seminari, estan estretament relacionades amb el fenomen que analitzem en aquest article. Les societats i cultures s’han integrat a través d’una xarxa mundial de comunicacions.
És per això que la darrera setmana (9-02-2012) em va impactar la noticia del diari Expansión titulada: Indonesia despliega su potencial en redes sociales.
Indonèsia té 240 milions d’habitants i actualment és el tercer país del món amb més usuaris a Facebook, i el cinquè en Twiter. La curiositat rau en el fet que fa tan sols 4 anys només 800.000 persones de l’arxipèlag tenien un perfil a aquesta xarxa social, mentre que en l’actualitat són 43 milions. Aquest augment tan elevat del nombre de perfils indonesis suposa que en quatre anys s’han multiplicat per 50 els usuaris a Facebook. No es d’estranyar doncs que la capital, Jakarta, hagi estat escollida la ciutat on més concentració d’usuaris hi ha en tot el món, i que per tant hagi estat anomenada la capital del Facebook.
Aquestes dates són destacables, però encara impacten més si sabem que a Indonèsia menys del 10% de la població accedeix a Internet a través d’un ordinador, però quan es tracta de fer-ho mitjançant un mòbil, la xifra arriba fins al 35%. El país es troba en una situació de mancances quant a infraestructures, i per això la connexió a través dels ordinadors es difícil fora de les grans ciutats. No obstant, des dels inicis de la dècada passada el nombre de telèfons mòbils s’ha multiplicat al país, permetent d’aquesta manera a alguns dels seus habitants accedir per primer cop a la xarxa global.
Hi ha qui argumenta que a la societat indonèsia l’individualisme és pràcticament inexistent i per això, al preponderar una cultura comunal, l’ús de les xarxes socials ha arrelat perfectament. El que està clar que Indonèsia és un gran mercat emergent pel que fa a la telefonia i sobretot a l’oci que permet la connexió a la xarxa, i per això importants empreses dedicades a les innovacions mòbils apostaran per aquest país a l’hora de presentar nous productes. La primera cita tindrà lloc el proper 14 de febrer, data en què la capital indonèsia serà l’escenari mundial del llançament del conegut joc angry birds disponible a partir de demà per Facebook. Aquest llançament tecnològic, que serà tot una exclusiva, no deixa de ser un reconeixement implícit del potencial intern del país.
Aida de la Mata Llorca
divendres, 10 de febrer del 2012
El socialismo utópico y la utopía. Una guiño a Robert Owen.
Observar
de cerca, a corta distancia, las transformaciones de cualquier época, supone
dar rienda a suelta a un estallido de mentes diferentes. Los cambios
económicos, sociales y culturales surgidos a partir de ese inventó denominado
“máquina de vapor” que iniciaron tras de sí (o en sí) una Revolución (de esas
que deben ir con mayúsculas) abrieron la puerta a lo que Engels denominó en su
día: el socialismo utópico, aunque éste, no tuviera tanto de utopía. Antes de
empezar a analizar tan gran corriente de pensamiento, debemos tener en cuenta,
como afirma el profesor Manuel Santos, que la historia de los socialistas
utópicos la han escrito fundamentalmente los historiadores del socialismo. Y en
ellos, deberemos basarnos, especialmente en Friedrich Engels, quién en su obra
“Del socialismo utópico al socialismo científico” se dedicó a analizarlos con
lupa.
Pese
a que existen referencias al socialismo anteriores, las condiciones de la
Revolución Industrial y la gran injusticia derivada, ilustradas en novelas como
las de Dickens, estimularon una nueva forma de socialismo. Inglaterra, que se
había adelantado y que había tenido la oportunidad de desarrollar de forma más
duradera el modelo industrial (inicios del capitalismo), fue también el centro
de esta nueva corriente, aunque ésta no tardará en extenderse junto a las
condiciones derivadas de las máquinas.
¿Qué
es el socialismo utópico y qué busca? Muchos afirman que el socialismo utópico
puede definirse como un grupo o conjunto de doctrinas, todas ellas diferentes
entre sí, que tienen un punto en común: reclaman la necesidad de una reforma
social. Según Engels, “el socialismo será para todos ellos, la expresión de la verdad absoluta de la razón y la
justicia”. La voluntad principal del socialismo utópico era la construcción de
comunidades ideales, organizadas sobre la base de principios democráticos y
cuyas relaciones se fundaran en la equidad.
Robert
Owen, el gran representante de la citada corriente en Inglaterra, concretamente
en Escocia, dicen que repetía: “Mejorando el entorno, se mejora el hombre”. Des
de la segunda mitad del siglo dieciocho, la gente pudo observar como el trabajo
manual empezó a ser sustituido por las máquinas y las consecuencias de todo
ello. Uno de los sectores más afectados por la Revolución Industrial fue un
sector muy cercano a Owen: el textil. La división dentro de las industrias fue
clara: existían por un lado, los obreros, y por el otro, los patrones o dueños
de las fábricas. Curiosamente, Owen no contempló las transformaciones des de la
perspectiva de un obrero, sino que se situaba al otro lado. No obstante, ser el
patrón sólo le dio más poder para realizar lo que él denominará experimentos
sociales, tal y como apuntó en su autobiografía escrita en 1857. Owen
implementó en su fábrica medidas que beneficiaban a sus obreros, tales como:
supresión de labores penosas, reducción jornada laboral, mantener el salario en
épocas de reducción de ventas, mejorar las condiciones de los niños, mejora
sistema de salubridad, disminución del alcohol, implantar la educación, la
construcción de áreas verdes, la luz en los interiores, etc., convirtiéndose
así en un gran transformador social. Su primer experimentó fue New Lanark en
Escocia (1800). Pese a que se obtuvieron sustanciosos beneficios y se demostró
que la mejora de condiciones hacia aumentar la productividad (éxito
empresarial, más allá de filantrópico), fuera de esa fábrica el mundo
continuaba avanzando y girando en dirección opuesta a las reformas de uno de
los “fundadores del socialismo”. No obstante, cabe afirmar que la pólvora por
él esparcida no quedaría intacta. Volvió a intentarlo en Indiana con New
Harmony, pero en este caso el fracaso llegó por si solo. Sus intentos no habían
prosperado, aún así continuo su lucha y trató de que aquellas ideas novedosas
se plasmaran en legislación social.
Además
de los experimentos sociales, Owen propuso las “granjas cooperativas” (villages
of cooperation) que estaba enfocadas en la industria, pero que finalmente,
acababan volcándose en la agricultura. Al principio, lo ideó como un plan para
resolver la desocupación, pero pronto se convirtió en un método de regeneración
social. Las granjas colectivas tendrían la función de generar un nuevo espacio
moral y educativo, que para Owen eran los dos factores más importantes por los
cuales se corrompían las personas en la sociedad.
La
vida de Owen fue a la par que las transformaciones de Inglaterra pre-entre y
post la Revolución Industrial, eso, le generó una ventaja frente a sus
coetáneos y amigos pensadores que lo siguieron. A modo de ejemplo, tenemos en
Francia, autores como: Henri Saint-Simón, Charles Fourier y Étienne Cabet.
Pese
a que el socialismo utópico quedo marginado, difundial de Trabajadores (1864-1876). a on. A modo de ejemplo, tenemos
en Francia, autores comO:r que la picen que repet Frederich Engéndose en
la sombra a partir de la Asociación Internacional de Trabajadores (1864-1876),
la corriente habría dejado una huella en elementos tan claves como la emancipación
de la mujer y el feminismo, las eco aldeas, la socialdemocracia o el
cooperativismo.
La corriente
marxista, la cual es posterior al socialismo utópico, que los etiquetó como
"utópicos" en el Manifiesto Comunista, no se dio cuenta que las realizaciones concretas de Robert Owen,
como apunta el profesor de la Universidad Complutense de Madrid, Manuel Santos,
no son nada utópicas, sino incluso
rentables, y señalan la vía por donde deben caminar los estudios sobre las
relaciones laborales: no por el voluntarismo, revolucionario o reformador, sino
por la aplicación práctica de métodos de gestión que a la vez aumenten la
productividad de la empresa y el bienestar de sus trabajadores.
Como
escribió́ Frank Podmore, situando a Owen en su contexto histórico: “Vio cosas
que estaban ocultas para sus contemporáneos, y que quizás nosotros no hemos
descubierto aún del todo. Cuando las generaciones futuras dicten un juicio
imparcial sobre el hombre y las fuerzas del progreso en el siglo XIX, habrá́
que reservar un lugar para Robert Owen entre aquellos cuyos sueños han
contribuido a reformar el mundo” (Podmore, 1906).
Mar Bernàldez Freixedas.
divendres, 3 de febrer del 2012
Chaplin y sus tiempos modernos.
La maravillosa interpretación de Chaplin en una cadena de montaje nos acerca también a la Revolución Industrial, dado que la subdivisión del trabajo y el tiempo es fruto de un cambio de mentalidad, un nuevo rumbo en la producción. ¿Cuáles fueron los éxitos del sistema de organización ideado por F.W. Taylor? ¿Queda rastro de sus devastadoras consecuencias? Ya lo decía Elbert Hubbard: "una máquina puede hacer el trabajo de 50 hombres corrientes, pero no existe máquina alguna que pueda hacer el trabajo de un hombre extraordinario".
dimecres, 1 de febrer del 2012
Todo lo que queda por aprender…
Maquiavelo ya apuntó en su día que en todas las cosas humanas, cuando se examinan de cerca, se demuestra que no pueden apartarse los obstáculos sin que de ellos surjan otros. Nuevas dudas nos han nacido al profundizar en la Revolución Industrial. Y una vez más, la historia nos ha demostrado que a pesar del tiempo la realidad se asemeja a un espiral.
Quizás nos faltaría saber por qué Clark tiene solo en mente esos tres candidatos alternativos o por qué la evolución del Partido Laborista británico ha sido tan distinta a la de otros partidos homólogos. Sin embargo, mezclar pasado con presente siempre resulta gratificante. ¿Qué separa al PSOE del laborismo? ¿Cual es al fin y al cabo la fuerza del consenso? Sin duda, el tiempo de aprendizaje marca la diferencia.
Why England? Why not China, India or Japan?
Parece evidente, después de la lectura de Clark, que la revolución industrial podría haber tenido otro protagonista. Pero, no hubiera podido ser cualquiera. El autor escocés que escribió A Farewell to Alms nos habló de otros tres posibles candidatos: China, India y Japón. ¿Qué los une y los separa de Inglaterra? ¿Por qué estos candidatos?
P.Deane sostiene en su obra titulada La primera revolución industrial (1975) que los factores que permitieron que ese fenómeno se diera en Inglaterra fueron especialmente un crecimiento de población paulatino respetando los techos maltusianos, la abundancia de mano de obra, la disponibilidad de capitales, así como también los avances y mejoras técnicas y mecánicas. Algunos de estos factores son compartidos por estos candidatos, no obstante, existen algunas diferencias y hechos coyunturales que sirvieron para elegir el “ganador” (si es que se gana o se pierde).
El continente contrincante fue Asia: los tres países candidatos compartían con Inglaterra un crecimiento de la población, aunque en el caso de Japón y China no se trataba de un crecimiento paulatino, sino más bien de una transgresión de los techos maltusianos, tal como apunta Clark. Por otro lado en la India, la población era demasiado pobre para desarrollar una verdadera industria que se alejara de los productos básicos de supervivencia.
Factores como la educación, los recursos y la cultura resultan también significativos. Respecto a la educación, encontramos una India con altas tasas de analfabetismo, un Japón en pleno sistema de Shogunato y una China que sí estaba educada para ser una sociedad preindustrial pero que su futuro era incierto en una sociedad exponencialmente creciente (a modo de ejemplo, el nivel educativo de China en el siglo XIX era el mismo que Inglaterra en el siglo XVII).
En líneas generales, el escenario de los tres posibles candidatos vendría a ser: en primer lugar, el candidato más factible, Japón, quedaba lastrado por su aislacionismo y su escasez de recursos naturales teniendo además una baja esperanza de vida y un sistema institucional basado en principios de la cultura samurái (código Bushido) que construían una sociedad muy estática. China, su eterno rival, crecía desmesuradamente y además lo hacía en sus zonas rurales. Cabe señalar, que pese a todo ello China y Japón habían desarrollado sistemas agrarios estables muy parecidos a los de Occidente entre 1600 y 1800.
Por otro lado, India, disponía de mano de obra suficiente así como de recursos, sin embargo, se trataba de un país en aras por la supervivencia. Se puede comprobar, que el factor poblacional además de no ser concluyente puede llevarnos a jugar a favor o en contra. Finalmente cabe apuntar, que las infraestructuras y arquitectura de la India, atrasadas y primitivas, eran un síntoma más de que ese no sería el escenario para una revolución industrial.
La gran victoria de Inglaterra frente a los otros candidatos, se trataba de una perfecta combinación de factores, donde cabría destacar su techo ecológico y su fácil acceso a los recursos tales como el carbón. Como punto final, deberíamos añadir que la ventaja geográfica de Inglaterra respecto Asia, como ya sostiene Clark, es crucial por encima de los demás factores. No debemos olvidar tampoco la existencia de una clase media que no se daba en los otros candidatos, así como una religión que incentivaba al desarrollo facilitando la acumulación de riqueza y generando una disponibilidad de capital, la cual permitía avanzar. Al fin y al cabo, las revoluciones pretenden eso, avanzar.
CLARK,G. A Farewell to Alms. A brief economic history of the world. New Jersey : Princeton University Press (2007), pp. 259-271.
DEANE, P. La Primera revolución industrial. Barcelona, Península (1975).
Más allá de la Revolución Industrial
La Revolución Industrial no avanzó en una única dirección. Como todo gran acontecimiento, desplegó un gran número de consecuencias tanto a nivel social como económico. En primer lugar, con el nacimiento de la clase obrera surgió una nueva conflictividad social que enfrentaba patrones y trabajadores. Cabe decir que dicho problema sigue sin resolverse en la actualidad, aunque su intensidad ha quedado difuminada en los sistemas democráticos. Las nuevas condiciones sociales surgidas en las ciudades, especialmente en sus núcleos industriales, las cuales eran precarias e infrahumanas, llevaron al colectivo de obreros a organizarse con el objetivo de canalizar sus demandas laborales y hacerlas llegar al poder.
Inglaterra fue el primer país en industrializarse, razón por la cual fue el primero en sufrir sus consecuencias. A nivel económico, pese a constituirse pionero mediante la Revolución Industrial, las grandes inversiones le impidieron renovarse, quedando así relegado por la difusión de la industrialización, fenómeno denominado path dependence (Nelson & Winter, 1982).
Como hemos mencionado con anterioridad, las consecuencias sociales protagonizadas por el conflicto de clases llevaron al nacimiento de movimientos obreros previos al marxismo, pero de gran importancia alrededor de las urbes industrializadas. En Inglaterra destacan, principalmente, el cartismo, el ludismo y las posteriores Trade Unions (surgidas paralelamente al marxismo) que unidos llegarán en su momento a crear el Partido Laborista.
Con la introducción de las máquinas, de la mano de Ned Ludd, surgió el ludismo, un movimiento centrado en la destrucción de maquinaria, al pensar que eran estas las culpables de la falta de empleo. Por otro lado, el movimiento cartista, denominado así por la entrega de cartas a los patrones, lo protagonizó el proletariado industrial del norte y centro de Inglaterra, junto al de Gales del Sur. Las demandas del citado movimiento eran utópicas para ese momento, la más relevante fue el sufragio universal. Al tener un bajo número de afiliados, principalmente de obreros pobres, junto con el idealismo profesado y con la respuesta de la clase burguesa (lock out) el movimiento se disolvió entre 1840-60. Finalmente, las Trade Unions surgen gracias a la legalización de las organizaciones y asociaciones en 1871, y se centran en demandar mejoras en los contratos y las condiciones laborales.
A finales del siglo XIX, se empiezan a romper las barreras que impedían que los movimientos obreros tuvieran voz. En esta línea, en 1892 se celebra el Congreso de las Trade Unions con el objetivo de que las demandas obreras llegaran a la arena política. A fin de lograrlo, se constituye una coalición de los distintos movimientos que dan nombre al labourism. De esta forma, y a raíz de dicho Congreso, se crea al año siguiente el Partido Laborista Independiente encabezado por Ramsay Mac Donald. Estos orígenes son peculiares por su poca resistencia y represión en el marco institucional. Esta característica influirá enormemente en su posterior evolución ya que sus miembros verán muy viable la representación política como medio de canalización de propuestas. La evolución de dicho partido será analizada con posterioridad porque requiere de una especial atención.
A modo de conclusión, debemos señalar que el partido laborista británico, que había mantenido el socialismo en sus estatutos hasta los 90, se adaptó a la nueva realidad a raíz de la tercera vía ideada por Anthony Giddens y ejecutada por Tony Blair, la cual supuso una enorme transformación. Deberíamos preguntarnos si con el avance se ha podido perder su verdadera esencia.
PEREIRA CASTAÑARES, J.C. El Partido Laborista Británico, Cuadernos de Historia Moderna y Contemporánea, vol.1 (1980), pp. 171-185.
Una petita nota biogràfica...
Leon Walras, economista que dóna nom al nostre blog, va viure entre 1834 i 1910. D’origen francès, als seus gens ja estava escrit que arribaria lluny en el terreny de l’economia (era fill de l’economista Auguste Walras). El seu prestigi a nivell internacional es deu als seus mèrits com a fundador de l’economia matemàtica, entre els quals destaquen, per una banda, la creació del concepte de la utilitat marginal, que va desencadenar el marginalisme com a corrent d’anàlisi econòmic i per l’altre, la teoria de l’equilibri econòmic general. Mitjançant aquesta teoria, Walras va ser el primer en establir un marc general per estudiar les relacions entre els diversos mercats basant-se en un supòsit de competència perfecta, molt útil si tenim en compte que, segons l’autor, les corbes d’oferta i demanda d’un mercat depenen també dels preus que s’estableixen en altres mercats.
Home multidisciplinar de formació, es va instruir en els àmbits de l’art, la crítica literària i la filosofia, passant per les matemàtiques fins a la ciències socials i l’economia.Tot aquest coneixement li va valer per ocupar la càtedra d’Economia política a la Universitat de Lausanne durant més de dues dècades (del 1870 fins al 1892). Tot i que els francesos no van saber valorar la seva obra fins passats 25 anys de la seva publicació, el seu impacte en la evolució de la economia neoclàssica va ser enorme, ja que ningú fins aleshores havia desenvolupat un model teòric i un mètode analític tan rigorós i versàtil.
Pel que fa a l’àmbit polític, Leon Walras es definia a ell mateix com socialista científic, el que avui en dia es podria etiquetar com a liberalisme social. Una combinació entre una concepció d’idees liberals (enteses com en els seus inicis) i la doctrina de la intervenció estatal en terreny social. Així mateix, proposava mesures tals com la nacionalització dels monopolis naturals ol’estabilització dels preus per part de l’autoritat monetària. En aquest sentit, sempre va diferenciar clarament entre la seva teoria i els seus principis. Des de la seva perspectiva, l’anàlisi econòmic no tenia ni podia tenir cap vincle amb les mesures de política econòmica.
Així doncs, la seva gran contribució a la història econòmica rau en l’impacte i la continuïtat que van tenir alguns dels conceptes que va desenvolupar. Per exemple, la utilitat marginal, va desembocar en la revolució marginalista de finals del s.XIX i segueix sent molt rellevant avui en dia. Tal cosa no va passar inadvertida per Schumpeter, que va considerar Leon Walras un dels economistes més destacats per la seva obra Historia de l’anàlisi econòmic al 1954.
Maria Aurell
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